Sea como sea, en los últimos tiempos va conquistando terreno el verbo shippear. Si remontamos su corriente etimológica, encontraremos que procede del vocablo shipping, voz no emparentada aquí con el anglicismo ship en su acepción de ‘barco’.
Los adolescentes no dudan siquiera en su significado: como el marinero polaco Joseph Conrad, ellos han adoptado el inglés como propio y saben que este neologismo hace referencia al deseo de que dos personajes famosos o de una serie entablen una relación sentimental. No solo eso, sino que expresan su anhelo por foros y redes sociales, crean memes como quien diseña una campaña electoral y votan para que su amor triunfe. Acostumbrados a que el inglés sea el líquido amniótico que alimenta su vocabulario, ni pestañean con los tumbos embravecidos de un proceso que nace con relationship, luego se acorta en ship, se sustantiva en inglés con shipping y en español deriva en shippear, con ese sufijo español que hace de orilla para híbridos similares como hackear o stalkear.
Habitual entre los jóvenes, para la mayoría de los hispanohablantes con los treinta años cumplidos el vínculo entre shippear y este significado celestinesco es más oscuro que pasar las páginas de Pinocho y soplar la vela que iluminaba el escritorio de Geppetto en el interior de la ballena.
Por supuesto, el sueño de cualquier extranjerismo es traer consigo su familia léxica, de manera que shippear ha hallado ya su afluente en el sustantivo shippeo. La pega es que ambos términos hacen agua desde el punto de vista ortográfico, pues no solo presentan el dígrafo sh —hoy por hoy no castellano—, sino que además duplican la consonante pe. Nuestro idioma, en cambio, tiende a la simplificación de los grupos consonánticos: cuppa se convirtió en copa, successus dio paso a suceso y addictus quedó en adicto… digamos a Operación Triunfo.
Visto que la adaptación no es sencilla, la Fundéu BBVA propone traducir shipping como emparejar o, en América, empatar. Y antes de que me lluevan las críticas, me adelanto a reconocer que quien empareja une de hecho a dos personas, mientras que quien shippea únicamente desea que fructifique una relación, lo cual manifiesta especialmente en comunidades interneteras.
De acuerdo. Pero ¿acaso este matiz tan específico se halla presente en el vocablo original shipping? Ni por asomo. Tal vez, si dejásemos que emparejar y empatar se cargasen de estas nuevas acepciones, nuestro idioma reverdecería sin necesidad de bañarse continuamente en aguas inglesas. Otro gallo nos cantaría, como suele decirse.
Pero olvidémonos de gallos y desafinaciones: tras años de resultados eurovisivos discretos, ha llegado el momento de que Tu canción triunfe en Lisboa. Si no, por lo menos, siempre les quedará a Amaia y Alfred haber disfrutado juntos de la experiencia.