Desde luego, las palabras importan a la hora de describir la realidad y su elección por parte de quienes tienen la capacidad de imponerlas en el uso general (o al menos de tratar de que se impongan) casi nunca es casual.

En los últimos días, se ha hablado mucho de la expresión nueva normalidad, que ya se venía utilizando en este contexto desde hace unas semanas, pero que ha alcanzado el estrellato lingüístico cuando el Gobierno de España la ha incluido en su plan de desescalada (otra palabra controvertida), bautizado como Plan de Transición hacia una Nueva Normalidad.

Para algunos es una expresión contradictoria en sí misma y para otros un invento salido de las maléficas cocinas de la neolengua para enmascarar la realidad.

Lo cierto es que, al margen de que guste más o menos —eso siempre será una cuestión opinable— o de que se ajuste mejor o peor a la situación que estamos viviendo (más bien a la que nos dirigimos en las próximas semanas), esa combinación de palabras que forman la expresión nueva normalidad no tiene nada de malo desde el punto de vista de la lengua. Ni de nuevo, como luego veremos.

La expresión nueva normalidad se emplea desde hace tiempo en ámbitos tan distintos como los de la economía, la política o la salud

La normalidad es la condición de normal y, entre las acepciones de este adjetivo, están la de ‘habitual u ordinario’. Al hablar de nueva normalidad, parece hacerse referencia a una situación en la que lo habitual u ordinario no será lo mismo que en la situación previa. Es decir, una normalidad diferente a la que conocíamos.

Que la normalidad no es una sola e inmutable es evidente si se viaja a otro lugar, a otra época a través de la lectura o simplemente cuando uno se levanta de la cama sin prisas el primer día de las vacaciones.

De modo que se trata de una expresión bien formada y su significado es transparente.

Sí resulta más que dudoso combinar la expresión nueva normalidad con el verbo volver en frases como «volver a la nueva normalidad».  Aquí sí parece existir una cierta contradicción (se afirma que se vuelve a un estado novedoso) que podría solucionarse fácilmente recurriendo a otros verbos y hablar entonces de «alcanzar la nueva normalidad» o «llegar a una normalidad nueva».

Una expresión no tan nueva

Si uno repasa los corpus académicos, encontrará que la secuencia nueva normalidad ya aparece en textos en español desde hace décadas. Por ejemplo, en los años setenta para aludir a la nueva normalidad democrática que empezaba a vivirse en España («Ha habido momentos difíciles, pero lo importante es la nueva normalidad democrática a la que hay que irse acostumbrando», le decía Federico Mayor Zaragoza a El País en 1977).

Su uso como una construcción referida a una situación concreta parece popularizarse en inglés (new normal) en relación con el escenario económico surgido tras la crisis del 2008 para expresar que a partir de ese momento empezarían a ser normales cosas que hasta entonces no lo eran.

A partir de ahí su empleo se fue extendiendo a otros ámbitos.

Un vistazo a las noticias publicadas solo hace unas semanas (en la vieja normalidad anterior a la pandemia) muestra numerosos ejemplos de esa expresión relacionados con la política parlamentaria («Parece que de ahora en adelante la nueva normalidad para la formación de Gobierno va a oscilar en torno a los 120 escaños»), la meteorología y el cambio climático («Tres temporales “históricos” en apenas nueve meses, ¿una nueva normalidad?»), las revueltas ocurridas en Chile en otoño del 2019 («Parece como si estuviera emergiendo una “nueva normalidad”, esa en que ya se da por descontado que no podrá haber servicios básicos funcionando con normalidad ni orden público garantizado»), o la situación de aquellos a quienes se les diagnostica una enfermedad grave («La frase “nueva normalidad” se usa a menudo para describir los cambios que llenan la vida después del cáncer»).

Tras las primeras medidas adoptadas a causa de la COVID-19, la expresión empezó a utilizarse con profusión —y no solo en España— para referirse a la situación futura en la que, una vez desaparecidas muchas de las medidas excepcionales (como el confinamiento o el cierre de establecimientos…), se mantendrán otras (como el uso de mascarillas, el establecimiento de aforos reducidos…) hasta que el desarrollo de una vacuna permita volver a la normalidad tal como se entendía antes del inicio de la pandemia.

El empujón definitivo al uso del término en España se lo dio hace pocos días su inclusión en un documento oficial del Gobierno: Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad.

¿En mayúscula o minúscula?

Aunque en ese enunciado aparece escrito con iniciales mayúsculas (como dicta la Ortografía para todas las palabras significativas de los nombres de planes y proyectos), cuando se usa fuera de esa denominación específica lo recomendable es optar por la minúscula: «Los ciudadanos se preparan para la nueva normalidad»).

Sí podría justificarse el uso de la mayúscula si llega a considerarse un acontecimiento histórico (como la Semana Trágica, la Gran Depresión o la Primavera Árabe). Para saber si esta etapa de nuestras vidas alcanza esa consideración, no hay más remedio que esperar a que esa normalidad deje de ser nueva y podamos verla con una cierta perspectiva. Mientras tanto, minúscula.