Beberse las crónicas deportivas redactadas por los periodistas hispanoamericanos resulta, para un aficionado español, tan refrescante como tomar un tinto de verano en una terracita. Una lectura atenta de los artículos de nuestros compañeros peruanos, cubanos o colombianos, entre otros, nos permite redescubrir vocablos y paladear matices: ¿en España se logra la clasificación para un torneo? ¡Pues en México o Argentina consiguen el boleto!
Una vez que se consigue participar, la atención se centra en cuándo se cumplirán los Juegos Panamericanos. No sé si los españoles seremos menos cumplidores y más juerguistas, pero lo cierto es que en este contexto aquí se diría se celebrarán. Conocidas las fechas, toca consultar el calendario, sustantivo que alterna con cronograma o, directamente, con el anglicismo fixture.
¿Y qué hacen los anfitriones peruanos en vez de prepararse para este evento? Ellos se alistan. Claro que, como tantas veces sucede, aquí los disidentes lingüísticos somos los españoles, pues este uso de alistarse con el significado de ‘prepararse para emprender una actividad’ es propio, según indica el Diccionario de americanismos, de Estados Unidos, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Paragua, Cuba, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay. Casi nada.
En la ceremonia de inauguración, desfilarán las estrellas que están por cada país: «Cinco tenistas estarán por Ecuador en los próximos Juegos Panamericanos Lima 2019». Estoy por decir que en España parafrasearíamos ese titular afirmando que serán cinco los tenistas que representarán a Ecuador.
Jugar, ya sea con palabras o en torneos deportivos, nos permite recuperar la dimensión lúdica de la vida. Festejémosla
En general, habrá deportistas consagrados y otros que empiezan y apuntan alto, esto es, promesas. Y aquí he de hacer una confesión: la variante prospecto, calco del inglés prospect, me provoca otitis. Me consta que esta acepción de ‘persona que promete o muestra cualidades positivas en su especialidad profesional’ es propia de países como Estados Unidos, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, la República Dominicana, Colombia o Ecuador; pero yo es leer prospecto y buscar efectos secundarios.
Ya antes del 26 de julio, fecha de la ceremonia de inauguración, habían comenzado cuatro competencias o competiciones. En concreto, hablamos de squash, bowling, sóftbol masculino y voleibol. Pues bien: sobre squash lo único reseñable es que se escribe en cursiva: prefiero darme raquetazos en la cabeza antes que defender la adaptación escuás. Lo del bowling, en cambio, tiene más miga, pues en este caso no veo por qué no optar por bolos —bolos americanos si se quiere— o por boliche. En cuanto a los deportes terminados en -bol, encontramos barra libre de pronunciación: ¿que te gusta sóftbol, vóleibol, fútbol o béisbol? ¡Enhorabuena! ¿Que prefieres softbol, voleibol, futbol o boleibol? ¡También magnífico! Con tal de atinarle a la pelota, todo vale.
Las variantes son incontables: España ha tenido grandes equipos de waterpolo —así, a las bravas—, mientras que en países como Costa Rica, Cuba, Bolivia o Puerto Rico son más de practicar el polo acuático. Puestos a mojarnos, las piscinas son albercas o piletas y en ellas se desarrollan las competiciones de saltos o clavados. Y, cambiando de escenario, unos hacen piragüismo y otros canotaje. Y hacen lo mimso.
Por el bien del espectáculo, es de esperar que las medallas o preseas sean reñidas y que se batan algunos récords, por ejemplo, en salto de longitud y de altura o salto largo y salto alto. A partir del sustantivo récord, ya adaptado, se está extendiendo el derivado recordista para referirse a quien consigue una mejor marca, es decir, a un plusmarquista. En mi opinión, una de las pruebas más espectaculares es la de los 100 metros lisos. ¿Lisos? Lisos, planos, lo mismo da. Pese a carecer de la explosividad vertiginosa de Usain Bolt, sin embargo, para mí tiene más mérito recorrerse cincuenta kilómetros como hacen los marchadores, marchistas o andarines.
Que el español une a millones de habitantes es sabido. También es cierto que cada país madura y hace evolucionar el idioma por distintos cauces. Jugar, ya sea con palabras o en torneos deportivos, nos permite recuperar la dimensión lúdica de la vida. Festejémosla.