Esa es una de las conclusiones del XIII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo El lenguaje en la era de la posverdad, organizado la pasada semana por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente (Fundéu), promovida por la Agencia EFE y BBVA, y que reunió a periodistas, lingüistas, psicólogos y filósofos para reflexionar sobre el lenguaje de las emociones, la manipulación a través de las palabras y la fabricación y difusión de noticias falsas.

Las conclusiones del encuentro, inaugurado por la reina Letizia, señalan que «siempre han existido las noticias falseadas y la manipulación informativa, pero actualmente las nuevas y poderosas herramientas tecnológicas, la sofisticación a la hora de camuflarlas y la dificultad para distinguir lo real de lo fabricado de manera rápida y sencilla, les otorga una nueva dimensión: ahora se trata de enormes redes de desinformación intencionada y extensiva».

Pero, añaden, «tan preocupante como la difusión de noticias falseadas es la creación, gracias a la tecnología, de burbujas en las que los ciudadanos solo están en contacto con las ideas y opiniones que coinciden a priori con las suyas y que son hostiles a los matices autocríticos».

La desinformación contribuye precisamente a crear estas burbujas «que encierran a los ciudadanos en cámaras de eco y dinamitan la existencia de espacios comunes de diálogo, imprescindibles para el buen funcionamiento de las sociedades».

Tan preocupante como la difusión de noticias falseadas es la creación de burbujas en las que los ciudadanos solo están en contacto con las ideas y opiniones que coinciden con las suyas

Otra de las conclusiones del seminario señala que «quien acepta las noticias falsas que circulan por la red no es necesariamente un ignorante o alguien a quien se engaña», sino que, a menudo, «existe una decisión consciente de aceptar ciertas informaciones, independientemente de su veracidad, para reforzar las propias opiniones o los sentimientos».

Se crean así «realidades paralelas que puede ser decisivas en asuntos cruciales», como elecciones y referéndums, y favorecen más a largo plazo divisiones en el seno de las sociedades.

El cambio en el modo en que los ciudadanos reciben las noticias (antes las buscaban en los medios, mientras que hoy les llegan a través de las redes y sus contactos, generalmente ya seleccionadas) favorece la difusión de noticias falsas. En ese sentido, añade el texto, «las grandes plataformas que seleccionan, distribuyen y dan visibilidad a las informaciones según criterios no siempre transparentes, tienen una parte de la responsabilidad para evitar la desinformación».

Los expertos reunidos en San Millán analizaron también el papel del periodismo y de los medios en este contexto de posverdad y difusión de noticias falseadas.

Consideran que el papel de jerarquización y verificación de la información que hacían los medios «ha desaparecido o está desapareciendo; la información y la desinformación viajan sin filtro por las redes sociales. Y la desinformación lo hace mucho más rápido (hasta seis veces más rápido según algunos estudios) que la propia información».

Pese a ello, «el buen periodismo debe actuar de muralla de contención de la información falsa; debe recuperar su papel educador, no desde el dogma, sino desde el apego absoluto a la realidad para impedir tergiversaciones que vacíen las palabras de significado, evitando hermanar la confusión con la manipulación».

«Aunque el concepto de verdad es muy complejo y se presta a múltiples interpretaciones desde el punto de vista filosófico, los periodistas deben centrar su atención únicamente en la búsqueda de una verdad periodística, basada en hechos comprobados de acuerdo con reglas y mecanismos profesionales de verificación», como forma de luchar contra estos fenómenos, concluyen los expertos.

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