La lengua de signos permite a los sordos no sólo hablar, sino cantar, interpretar y recitar poemas con las manos, creando un arte único y singular que traspasa la barrera del sonido y poco a poco va abriéndose camino.
Traducir es un arte difícil. En especial si se trata de la traducción de un texto literario. Hay que conocer bien la lengua original del texto y también, naturalmente, la lengua a la que se traduce, la lengua del traductor. Y existen libros que por su estilo, su sintaxis, o los dichos que contiene, exigen al traductor mucha capacidad interpretativa.
Jaime Lerner (Tel Aviv, Israel) aporta una riquísima lista de «comparaciones jocosas» argentinas, que se conocen como comparancias. Me parece un hallazgo ese término. Veamos la lista:
La Biblia está llena de palabras malsonantes, lo mismo que la obra de Cervantes y Quevedo. Pero hay injurias que exhiben ingenio y otras que sólo muestran zafiedad.
Expresarse con la palabra exacta para cada caso y cada cosa, no es un asunto del azar o del hado de la inspiración.
La escritora argentina Clara Obligado plantea en clave de humor el papel secundario y la visión a veces misógina de las mujeres en el arte, el cine y la literatura, en el libro ¿De qué se ríe la Gioconda?, que analiza desde esa obra de Leonardo da Vinci hasta el cuento de Peter Pan.
Para el próximo día del amor y la amistad qué mejor oportunidad de presentar el lenguaje usado por los habitantes de la Ciudad de México para expresar sus sentimientos, «en el cual se encuentra compendiado todo lo que los antiguos y los modernos han escrito sobre el lenguaje de las flores» (El Siglo Diez y Nueve, microfilm, Hemeroteca Nacional, UNAM).
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