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Vargas Llosa anima a leer a los clásicos, necesarios en tiempos de crisis

Mario Vargas Llosa envidia a ingleses, franceses e italianos por esa relación «estrecha y viva» que mantienen con sus autores clásicos, algo que, se lamenta, no ocurre entre quienes hablan en español. De ahí que anime a la lectura de los «nuestros», más necesaria que nunca «en tiempos de crisis».

Mario Vargas Llosa. Foto: © Agencia Efe/Mauricio Skrycky

«Los clásicos —entiende el Nobel de Literatura— nos ayudan a comprender de dónde venimos y hacia dónde vamos. Nos hacen más creativos y ayudan a prepararnos para los desafíos de la vida».

Vargas Llosa, académico español de la Lengua, reflexionaba así en voz alta en la presentación, en la sede madrileña de CaixaForum, de tres nuevos títulos de la colección Biblioteca Clásica de la Real Academia Española: La Lozana andaluza, de Francisco Delicado; Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, y el Lazarillo de Tormes.

Tres títulos que se suman a una lista de dieciséis editados por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores desde el 2011, a un ritmo que oscila entre los seis u ocho al año. Una colección que tendrá 111 volúmenes, que patrocina la Obra Social de la Caixa y dirige el académico de la Lengua y profesor Francisco Rico.

Rico es además el autor de la edición y el estudio que acompaña al Lazarillo de Tormes.

Con la colección, esa institución tricentenaria que es la Real Academia Española cumple con sus estatutos, que le obligan a divulgar los «escritos literarios, especialmente clásicos» y a procurar «mantener vivo el recuerdo de quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra lengua».

Lengua en la que se expresa Mario Vargas Llosa quien, recién llegado de Inglaterra, advertía, con sana envidia, cómo en la cartelera teatral londinense hay en este momento doce «shakespeares», once de ellos en teatros privados, o cómo en la Universidad de Cambridge, que ha visitado, hay grupos de estudiantes aficionados al teatro que todos los años hacen más de un clásico.

Mario Vargas Llosa contempla lo que allí ocurre, al igual que en Francia o Italia, con nostalgia, más teniendo en cuenta que «nuestra literatura clásica es igual o más rica, enorme, diversa,…». Y además, en su opinión, con un lenguaje «asequible para el lector de hoy», en contra de lo que muchos puedan creer.

De ahí, se lamentó, que «viva confinada entre minorías, entre estudiosos, académicos,… lo que constituye un enorme desperdicio». Por ello, se hace necesario un «esfuerzo» para acercar los clásicos al gran público, al lector normal y corriente, a lo que contribuye, dijo, colecciones como la de la RAE, ya que «no intimidan pese a su carga de erudición».

«Ni asusta ni aleja de los clásicos. Es una colección para el gran público», y en la que, si algo hay, es «diversión».

Ejemplo de ello es La Lozana andaluza, que el Nobel ha vuelto a leer recientemente, algo que ya hizo de muy joven. «Me divirtió entonces y me ha divertido ahora», afirmó Mario Vargas Llosa, para quien la obra de Francisco Delicado transmite «libertad sexual además de filológica. Está escrita con sensibilidad y humor, con unos juegos técnicos, de estructura, que parecen los de un autor contemporáneo».

«En esta historia de putas y alcahuetas, y sin censura moral, hay descaro y desvergüenza», comentó el escritor peruano, firmemente convencido de que la literatura clásica necesita del esfuerzo «de todos para rescatarla de los sótanos».

Francisco Rico comparte las opiniones del Nobel sobre este clásico escrito en un país, España, y en un momento de su historia, en el que, pese a lo que se pueda pensar, «si algo había era regocijo y pecado, en contra de la leyenda que habla de una España cucufata», afirmó Vargas Llosa.

Si algo caracteriza a esta colección de clásicos, en palabras de su director, Francisco Rico, es que no publica nada «que no mejore las ediciones que ya hay en el mercado». De ahí su excelencia.

Preguntado por el futuro del libro y de ese «gran motor del progreso humano» que es, en su opinión, la literatura, Vargas Llosa advirtió de la «incertidumbre» del momento que vivimos, de ahí que no descarte la desaparición de los libros «y nuestro mundo se llene de sombras».

«Nos ha tocado vivir —concluyó— una época difícil, pero también prodigiosa en cambios».

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