Tras su investigación, Márquez, según ha expuesto la Hispalense en una nota, asegura que, una vez asumido que la división lengua/uso pertenece al plano de la investigación y no al objeto real, que es la lengua, tal cuestión deja de tener sentido; de ahí que plantee la existencia de «sexismo discursivo».
La polémica se ha polarizado, dando lugar a dos planteamientos enfrentados, cada uno de los cuales ha generado su propio fundamentalismo. Factores ideológicos de diferente índole crean interferencias en la comprensión de fenómenos tan naturales y espontáneos como la creación de femeninos específicos, tendencia plurisecular presente desde los orígenes del idioma.
La utilización del masculino genérico es una de las cuestiones que más discusión plantea. También en este tema se ha reducido un problema comunicativo complejo a una falsa dicotomía, simplificando o generalizando las propuestas contrarias como estrategia argumentativa.
«Escritores como Pérez Reverte han llegado a calificar de “imbécilas” o “feminacis” a las autoras de las guías de uso no sexista del lenguaje, cuando analizando concienzudamente estas guías resulta que tanto defensores como detractores coinciden en lo esencial», afirma esta profesora de la Universidad de Sevilla, quien añade que es cierto que «se han cometido errores que han permitido luego a ciertos autores, escritores y lingüistas, ridiculizar hasta la parodia las recomendaciones para un uso no sexista de nuestra lengua, pero en el fondo no hay ningún enfrentamiento real entre la realidad y la lengua, o el uso que de ella hacen los hablantes, sino más bien un conflicto de la razón consigo misma, intereses ideológicos y prejuicios».
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