Y si el hábito no hace al monje, parece que la sangre sí tiene mucho que ver con lo que somos y con cómo nos comportamos. No en vano nuestro carácter lo llevamos en la sangre. Dejemos a un lado la trillada sangre azul de los de noble linaje, aunque ellos, como nosotros, también pueden tener buena o mala sangre; incluso pueden demostrar que tienen la sangre dulce o liviana o, por contra, que la tienen pesada.
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