El ensayo, en tono desenfadado pero fiel a las normas, discurre a través de la historia de las palabras con el objetivo de «asediarlas filológicamente». En 270 páginas el académico ofrece una panorámica marcada por la tolerancia amparada en los matices del idioma.
La idea de Más que palabras es reflexionar, no buscar qué está mal y qué bien, sino comprender por qué hay formas más correctas que otras, y que hay posibilidad de elegir. Lo hace en un mundo que busca lo inmediato, que no quiere reflexionar, «quiere el blanco o el negro, pero la lengua es una escala de grises. Hay gente que se cabrea si no le das una respuesta tajante, pero yo no doy respuestas tajantes».
La gente de nuestro tiempo se parece a la política, donde todo está polarizado, «no hay diálogo, no hay reflexión; hay eslóganes, frases, Twitter».
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