El desinterés de algunos comunicadores por aportar palabras del español (nuevas o viejas) ante lo que llega nombrado en inglés incrementa seguramente la sensación hispana de inferioridad.
Y en el momento en que empezamos a sentirnos inferiores, somos ya realmente inferiores.
De ese complejo en la lengua se derivarán renuncias en otros terrenos: no nos creeremos competitivos, desdeñaremos el talento cercano, no apreciaremos la innovación propia, desistiremos de ciertos empeños.
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