«No soy maestro de nada ni he pretendido nunca serlo. Ahora que con la edad me queda poca esperanza de vida, no me avergüenzo para nada de mi pasado, puedo haberme equivocado, pero estoy contento de haber seguido la ruta de don Quijote y haber tropezado alguna vez con molinos», ha asegurado Lledó antes de introducir el legado en la caja número 988, según un comunicado del Instituto Cervantes.
Además, ha depositado varios dibujos en bandejas y papeles con los que encuentra «tranquilidad en momentos de soledad», ha explicado, así como un ejemplar de su obra El silencio de la escritura.
Por ejemplo un cuaderno escrito a mano con bolígrafo, «incluso con alguna falta de ortografía», escrito en 1937 cuando aún no había cumplido los diez años. Este cuaderno sirve de homenaje a su maestro de entonces, Francisco López Sancho, quien fue profesor en los años de la República durante «aquellos años duros de la guerra».
«Aún no lo he olvidado, porque nos enseñó esperanza e ilusión y refleja lo que significaba un maestro en la escuela pública», ha señalado.
El filósofo y pensador recordó la importancia del Quijote en esas clases, cuando López Sancho hacía leer a sus alumnos algunas páginas del libro de Cervantes y posteriormente venían las «sugerencias de lectura». «Entendíamos lo que don Francisco quería de nosotros: libertad, personalidad, que no fuera una escuela que nos metiera grumos mentales y fuéramos montados en el burro de Sancho y nos llevase por el monte», ha destacado.
Divulgador y pensador imprescindible con múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, con este acto se subraya su dilatada e influyente trayectoria. En el legado acompañaron a Lledó Juan Miguel Hernández de León, presidente del Círculo de Bellas Artes; Javier Moscoso, director del I Festival de las Ideas, y Luis García Montero, director del Instituto Cervantes.
Para García Montero, «recibir el legado del maestro Lledó supone un honor y alegría», y ha destacado no solo su labor como profesor de filosofía, sino como uno de «los grandes ejemplos de la sociedad cívica» española.
El director del Cervantes ha recordado parte de la trayectoria del pensador, quien nació en Sevilla, pero se educó en Madrid «durante los años difíciles de la guerra y la dictadura». Ha destacado del filósofo su «herencia de la mejor voluntad pedagógica de la República para tender puentes» entre mundos como el clásico y las inquietudes contemporáneas. «En su pensamiento hemos visto presente a Platón, Aristóteles, Kant o Nietzsche», ha recordado.