En el interior del palaciego salón de plenos de la Real Academia Española (RAE) las cálidas luces permanecen apagadas y 46 sillas aguardan silenciosas a los académicos que las ocupan de forma vitalicia.
Solo ocho son mujeres, dos de ellas (Clara Janés, silla U, y Paz Battaner, silla S) han sido elegidas recientemente, sin embargo, todavía «no asisten al pleno ni participan en las votaciones, puesto que están pendientes de leer su discurso de ingreso a la Academia», explica un portavoz de la centenaria institución.
Sus nombres completan hoy un listado de 44 personalidades insignes (dos plazas están vacantes, pero se convocarán próximamente) encargadas de llevar a cabo semana a semana el propósito con el que nació la RAE un mes de junio de 1713: trabajar al servicio del idioma español.
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