La lengua no es una ciencia exacta y no se rige por reglas mecánicas. Al contrario, lo habitual es que nos ofrezca un amplísimo abanico de opciones entre las que poder elegir. Sin embargo, cuando los hablantes se encuentran ante algunas de estas alternativas, no es raro que tiendan a pensar que solo es correcta una de las pautas o que las posibles variantes han de tener por fuerza distintos significados. Pero no tiene por qué ser así: muy a menudo, la elección entre las diferentes opciones es una cuestión de estilo o de preferencias personales.

Esta libertad de redacción en determinados contextos entre diferentes pautas gramaticales y léxicas es tan frecuente que incluso tiene nombre: alternancia. Cuando la alternancia no tiene restricciones, se dice que dos elementos o construcciones alternan libremente.

Tal vez el principal grupo de preguntas en las que aparece la respuesta de que las dos opciones son válidas es el de las preposiciones: igual da decir ropa de hombre que ropa para hombre, que algo esta pintado de rojo o pintado en rojo, que hablaremos de María o sobre María. A veces se llama sinonimia, aunque no es del todo adecuado porque las preposiciones van muchas veces vinculadas a construcciones concretas, sin que haya una razón real más allá del uso asentado. El dominio de las preposiciones en un lengua extranjera es una de las habilidades más difíciles, y lo es incluso en la propia. El dilema no siempre aparece entre dos preposiciones: en ocasiones tenemos la alternancia entre su presencia o ausencia, como en Temo el fuego y Temo al fuego.

Las alternancia en los tiempos verbales es también muy frecuente. Aquí nos encontramos con un caso donde algunos manuales de estilo optan por una de las variantes, en la creencia de que, al haber dos, solo una de ellas es correcta: Si lo hubiera sabido, lo hubiera o habría hecho. Viene de antiguo y, de hecho, antes incluso se daba con el correspondiente tiempo simple. El presente de indicativo puede reemplazar a otros tiempos en cierto número de casos donde la referencia temporal es clara: Mañana vamos al cine o Mañana iremos al cine.

La lengua no es una ciencia exacta y no se rige por reglas mecánicas; lo habitual es que nos ofrezca un amplísimo abanico de opciones entre las que poder elegir

Otra alternancia relacionada con los verbos es la que encontramos en el siguiente ejemplo: La llamaron para impartir un curso ~ La llamaron para que impartiera un curso. Es verdad que la alternancia entre el infinitivo y el que con verbo conjugado no siempre es posible, pero hay casos en que sí lo es, como en las construcciones finales o con verbos de influencia

No hay nada de incorrecto en se puede hacer, que alterna con puede hacerse. De nuevo estamos ante un caso en el que hay quienes tachan de incorrecta una forma plenamente legítima ante la idea de que solo puede valer una de ellas.

La duda entre dos opciones a veces surge por razones semánticas, y en tal caso la alternancia puede venir matizada por el sentido. Por ejemplo, en Los miembros del equipo que elabora la revista cabe emplear en verbo en singular (la elabora un equipo y luego hablamos de sus miembros) o en plural (hablamos de los miembros que la elaboran, que forman parte de un equipo).

La ortografía tampoco es una ciencia exacta y el estilo tiene mucho peso. Unos autores tienden a escribir más comas (lo que se llama estilo trabado) y otros menos (estilo suelto), porque hay muchos casos donde la coma es opcional (como en A primera hora de la mañana[,] corro media hora). Allí donde alguien pone un punto otro puede preferir un punto y coma, y los paréntesis pueden ser reemplazados por rayas o por comas en muchos casos.

Una palabra que alterna según la zona geográfica es el diminutivo de mano. Si nos atenemos a la regla general, debería ser manito, como de foto es fotito (acabado en o, aunque sea femenino) o de problema es problemita (que es el caso inverso), porque la terminación vocálica en a y o se hereda (y a veces incluso la ese, como en Carlitos o lejitos). Curiosamente, en España no es raro tachar de incorrecta la formación que, en realidad, es la adecuada. También depende del lugar que se prefiera solecito o solito.

Decía el ilustre gramático colombiano Rufino José Cuervo en su Diccionario de régimen: «El lenguaje, con discreta economía, diferencia las construcciones dobles, o arrumba por inútil alguna de ellas». No le falta razón, y los hablantes, de modo individual, sin duda intentan aplicarlo sin percatarse de ello. Sin embargo, la lengua es una obra colectiva, donde es el conjunto de hablantes el que tiene la última palabra, y por ello no es raro que diferentes colectivos lleguen a diferentes soluciones al expresarse y que convivan diferentes opciones individuales al hablar (lo que se llama idiolecto) sin ningún problema. Así es la riqueza de las lenguas.