El XVII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, organizado por la FundéuRAE y la Fundación San Millán de la Cogolla, comenzó el lunes 16 de diciembre. Tras la sesión inaugural y el primer debate, que se centró en cómo se emplean las palabras para hablar de la guerra en el mundo digital, se celebró la segunda mesa, que se tituló «El lenguaje bélico más allá de las guerras».
En esta ocasión, participaron Laura Filardo Llama, lingüista dedicada a la aplicación de la lingüística cognitiva para comprender los mecanismos de transmisión de la ideología; Inés Olza, investigadora titular en lingüística y cognición del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y miembro de la iniciativa #ReframeCovid; Juan Ramón Lucas, periodista, escritor, secretario general y patrono de la Fundación Sandra Ibarra de Solidaridad frente al Cáncer, y Jesús Castañón Rodríguez, catedrático de Lengua Castellana y Literatura de Enseñanza Secundaria y doctor en Filología Hispánica especializado en el lenguaje del deporte. Almudena Martínez, coordinadora general de la Fundación San Millán de la Cogolla, moderó la conversación.
«Las metáforas implican que comprendemos un dominio de la realidad a través de otro dominio de la realidad», resumió Laura Filardo. La lingüista señaló que las metáforas bélicas permean el lenguaje hasta el punto de que no somos conscientes de que las estamos utilizando en muy diversos ámbitos: enfermedad, política, relaciones sociales… Este recurso «conlleva una apelación a las emociones» y recurre al miedo o a la amenaza: hay un enemigo al que hay que combatir, son ellos contra nosotros. Sin embargo, Filardo señaló que toda metáfora «conlleva un simplificación»: «Si utilizamos una metáfora bélica, es frecuente que silenciemos a las víctimas».
Igualmente, la lingüista coincidió con Inés Olza en señalar que hay que pensar muy bien cuándo utilizar esos términos bélicos, pues el contexto es esencial. «Las máximas generales en la comunicación no funcionan», defendió Olza. Así, ambas expertas explicaron que el uso de una metáfora bélica no siempre encaja; por ejemplo, si no existe un ganador, o un enemigo visible o consciente, es difícil que funcione.
Inés Olza se refirió en concreto al uso de este tipo de metáforas para hablar de los pacientes oncológicos, uno de los aspectos en los que más se trabaja para desterrar este lenguaje, a fin de que «no hagan sentir a los pacientes que, cuando la enfermedad avanza, están siendo derrotados». Entre otras propuestas, se sugirió sustituir esas referencias a «luchar contra la enfermedad» o «ser un guerrero» por una metáfora relacionada con las travesías, los caminos o los viajes.
Juan Ramón Lucas coincidió en esta misma afirmación y aseguró que «la utilización del lenguaje bélico» es un «elemento distorsionador de la realidad». En su intervención, Lucas defendió que «alrededor del cáncer se teje una red mentirosa que pretende suavizar lo duro de la situación» y, sin embargo, lo que se consigue es «responsabilizar a la persona de lo que está sufriendo». El periodista también se refirió al hecho de «huir» de la palabra cáncer, que en ocasiones tendemos a evitar. «Tenemos que hablar de cáncer», aseguró tajante. En su opinión, si se quieren usar metáforas, él propone recurrir a otras, como las de viajes o caminos que señaló Olza. No obstante, admitió que «no hay recetas fáciles» ni «soluciones mágicas», en palabras de la lingüista y de Juan Ramón Lucas, para los periodistas ni los profesionales que aún recurren a este tipo de recursos.
Igualmente, Lucas explicó que abandonar estas metáforas cuando se tratan temas como el cáncer es «un proceso lento» y que, aunque se ha avanzado mucho, todavía hay mucho por hacer. Sin embargo, se mostró convencido de que «tiene que ser un compromiso de los medios de comunicación», pues ellos son los que «mueven normalmente el lenguaje».
Otro de los ámbitos en los que más se encuentran estos recursos literarios es, sin duda, el deporte. Sobre ello habló Jesús Castañón, quien señaló que es un campo en el que funcionan muy bien porque no deja de ser un «enfrentamiento simbólico, figurado». No obstante, quiso matizar que el uso de estos recursos ha evolucionado en las últimas décadas. Para ello, puso el ejemplo de los apodos de los deportistas, que antes eran muy habitualmente voces bélicas: bala, bombardero, bomba, torpedo…
El filólogo indicó que, aunque el lenguaje de la guerra es muy productivo en el deporte, «hoy hay más de treinta campos semánticos» a los que también acude esta disciplina para explicar las cosas. Por ello, a pesar de que no cree que este tipo de palabras vayan a desaparecer del mundo deportivo, sí considera que se seguirá abriendo a muchos otros ámbitos alejados del conflicto. Asimismo, se mostró convencido de que este uso del lenguaje de la guerra no ha contribuido al desarrollo de acciones violentas en el terreno de juego.
En resumen, Inés Olza fue rotunda y afirmó que «es muy difícil escapar de la metáfora bélica» porque, en su opinión, es «un cóctel perfecto»: apela a la emoción utilizando para ello una idea que es conocida por la mayoría. Sin embargo, quiso plantear una pregunta para la reflexión: ¿rebajamos la importancia de la guerra al utilizar estas metáforas en otros ámbitos?