Esta misma mañana, de camino al trabajo, le he dado una patada a una piedra y me han saltado al cuello restyling, warning y topping. Que digo yo: ¿para qué decir el nuevo diseño o la remodelación de un coche, que son equivalentes cristalinos, pudiendo abrazar restyling, con esa ye entre consonantes tan ajena al sistema ortográfico español?
Si de restyling hablamos, se me ocurre que la actualización de uno de estos vehículos remodelados podría consistir en mejorar las luces de warning, eso que algunos masones llaman en sus reuniones secretas luces de emergencia o luces de aviso.
Es una realidad impepinable que se dice más “marketing” que mercadotecnia… y que el lenguaje pertenece a los hablantes, no a la Academia ni a ninguna otra institución
Más difícil resulta, he de admitirlo, renunciar a los toppings. Yo de pequeño tomaba helados con simples siropes, virutas de chocolate, trocitos de fruta, frutos secos troceados… Y, claro, como entonces aún no había toppings, me quedaba con un hambre atroz.
Pero…, un momento, un momento, ¿de verdad soy tan rancio como para pasar a cuchillo todos los anglicismos?, ¿cuándo se van a aceptar para que el español se adapte a los tiempos actuales, en los que los hispanohablantes tienen mucho más conocimiento del inglés que anteayer?
Vayamos por partes: antes de acusarme de rancidez, téngase en cuenta que en esta entrada no me refiero a toooodos los anglicismos del universo, sino únicamente al subgrupo formado por los que terminan en -ing.
Y ahora el meollo de la cuestión: uno estará más o menos de acuerdo con esto de importar o adoptar extranjerismos a saco, pero es una realidad impepinable que se dice más marketing que mercadotecnia… y que el lenguaje pertenece a los hablantes, no a la Academia ni a ninguna otra institución. Rendido a tal evidencia, el Diccionario de la lengua española registra el término marketing, eso sí, en cursiva. ¿Y por qué en cursiva?, ¿por qué no considerarla una palabra española a todos los efectos, escribirla en redonda, cascarle su tilde esdrújula y a correr?, ¿no le pide eso el cuerpo?
¿Alguien pronuncia la ge?
La primera objeción que puede aducirse es que no pronunciamos la ge final: decimos /márketin/, no /márketing/. Y eso sí que no: ¿vamos a quitarle a la modesta hache el privilegio de ser la única letra que se escribe sin pronunciarse?, ¿no nos hacemos ya bastantes líos con esta consonante como para que de pronto también haya veces en que escribamos la ge pero sea muda? En principio, aceptar esa ge que no suena iría en contra del principio de coherencia y el ideal de simplicidad ortográficos.
Si ahora me quito el sombrero de fiscal y me calo el de abogado defensor, diré que este argumento puede rebatirse del siguiente modo: la propia Academia admite que el sistema goza de un margen para admitir excepciones, a menudo debidas a razones etimológicas. Esto es: tengamos pautas claras, como que antes de la e y la i se escribe c, pero no nos convirtamos en unos nazis —con zeta—, de la norma.
De acuerdo con esto, la terminación -ing podría tratarse como una excepción que obedece a razones etimológicas. Además, ¿tanta diferencia hay entre cómo suena o deja de sonar la ge de marketing y las de los sustantivos gong y yang, que sí están recogidos en redonda en el Diccionario de la lengua española?
Otro posible reparo a estos anglicismos es que acaban en dos consonantes (-ng), lo cual no ocurre en voces como chotis, mus y demás palabras castizas. Y, sin embargo, con lo que a mí me inquietan, la Academia ya ha bendecido, entre otros vocablos terminados en grupo consonántico, los cíborgs. Ningún obstáculo, por tanto, en este sentido.
¡Pues quitamos la ge y listo!
Por otra parte, los intentos de adaptar al español estas voces simplemente quitándoles la ge han obtenido un éxito limitado: convertir ranking y casting en rankin y castin puede chocar a algunos, pero es sensato y defendible… hasta que queremos formar el plural y sale ránkines y cástines, formas con las que a más de uno le entran ganas de hacer balcóning.
El hispanohablante actual es consciente de las grafías originales y mucho más reacio a adaptaciones
Y sí, sí, ya sé que el recurso de adaptar nos funcionó con smoking>esmoquin y meeting>mitin, pero eso ocurrió antes de que yo naciera y, por tanto, cuando mi conocimiento de inglés era escaso: esmoquin está en el Diccionario desde 1970 y mitin desde 1914. Y la prueba de que este recurso no deja en sí de ser «antinatural» es que no hay en español una sola palabra llana o esdrújula acabada en -in que no proceda de otra lengua: tenemos unos pocos monosílabos (crin o fin), pero el resto son un puñado de adaptaciones como filin, ínterin o pudin.
El hispanohablante actual, en cualquier caso, es consciente de las grafías originales y, en tal medida, mucho más reacio a esta clase de adaptaciones. Así, en lugar de ránkines y cástines, es mucho más fácil que prosperen hipotéticos plurales en -ngs (ránkings y cástings). De hecho, la Gramática ya ofrece esta solución de crear el plural añadiendo solo la s en las demás voces extranjeras terminadas en grupo consonántico: wésterns, punks, récords…
Si alguien está clamando al cielo porque considera una majadería lo anterior pudiendo sustituir ranking y casting por clasificación y selección, respectivamente, tiene más razón que un santo; pero la existencia de un término nunca ha impedido que la lengua evolucione y acuñe nuevos sinónimos, ya sea creando una palabra nueva o tomándola de otro idioma. Además, luego no resulta tan sencillo encontrar tales alternativas para catering, sparring… o (anti)dumping.
Este último sustantivo, también incluido en cursiva en el Diccionario, sirve para ilustrar que mantener la ge no soluciona todo el problema, pues en numerosos anglicismos aún serían necesarios más cambios hasta lograr una adaptación completa: incluso respetando la terminación -ing original, (anti)dumping debería ser (anti)dámping, rating se convertiría en réiting, roaming en róuming, overbooking en ouverbúking…, todas ellas con cambios vocálicos, además de la ge final y la tilde.
¿En qué lugar nos deja esto?
Como se ve, es un asunto complejo. Por un lado, creo que lo más recomendable es elegir alternativas en español siempre que sea posible, ya sean antiguas (clasificación para ranking) o nuevas (aprendizaje profundo para deep learning). No propondría adaptaciones sin la ge final, tipo castin o driblin, pues, si no ya las formas en singular, los plurales cástines y dríblines causan hoy extrañeza.
Pero tampoco es un remedio infalible aceptar la terminación -ing: aunque creo que funcionaría en aquellas adaptaciones que solo exijan poner una tilde (márketing), esta medida no solo es insuficiente para las palabras que exigen cambios vocálicos añadidos (craudfánding), sino que también entreabriría la puerta a invenciones más o menos ingeniosas o grotescas como puénting, caraváning o balcóning.
Puesto que llenar la lengua de excepciones y casuística es engorroso, parece prudente mantener la grafía original en cursiva. Yo al menos, antes de escribir cosas como ouverbukin u ouverbúking, me meto en la cama y me cubro hasta la coronilla con el edredón. Que no me busquen ni para hacer edredóning.