Para conocer cómo surgió esta icónica letra hay que retroceder a la Edad Media.
En latín, ni la letra ni el sonido correspondiente a la eñe existían.
Pero a medida que el latín evolucionó y empezaron a surgir las lenguas románicas, como el castellano, el francés o el italiano, apareció este sonido nasal (el aire sale por la nariz) palatal (al pronunciarlo el dorso de la lengua se apoya contra el paladar) que identificamos como eñe.
Al no existir en el alfabeto latino, los escribas tuvieron que inventar formas de reproducir ese sonido en los textos de las lenguas romance.
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