Desde hace tiempo circula por internet esta especie de problema sin solución en la ortografía de nuestra lengua. De manera cíclica, el asunto de las v/bacas que llevamos en el coche vuelve a aparecer en nuestras redes sociales o en nuestros mensajes de WhatsApp.
El planteamiento del asunto es fácil: como sabemos, la vaca (‘hembra bovina adulta’, ‘pareja del toro’) se escribe con uve, ve baja, ve corta o ve chica; pero la baca (‘portaequipajes que se sujeta en el techo de los vehículos’) se escribe con be. En el hipotético caso de que subiéramos una vaca a la baca del coche, y la policía no nos pidiera explicaciones antes, estaríamos, cree mucha gente, ante un problema lingüístico sin solución si las vacas/bacas se nos caen: ¿cómo escribimos «se han caído las dos vacas/bacas»?
Llegados a este callejón sin salida del español, que algunos comparten como si hubieran descubierto la pólvora, vamos a repasar algunos fenómenos lingüísticos que están presentes en las lenguas desde que el mundo es mundo. Llamamos homonimia al proceso por el cual dos palabras que tienen etimologías distintas, esto es, que tienen un origen diferente, llegan a tener la misma forma o la misma pronunciación, pero distinto significado.
Las voces homófonas son aquellas en las que la grafía y el origen es distinto, pero coincide la pronunciación
Además de haber palabras homónimas, las lenguas tienen palabras homógrafas y homófonas. Las homógrafas son palabras que tienen la misma grafía, pero que no comparten nada más. Es decir, se escriben igual, pero significan cosas distintas y tienen distinto origen. Es lo que pasa, por ejemplo, con el vino, forma verbal del verbo venir, y el vino, sustantivo, bebida alcohólica que procede de la uva. Estos términos, que hoy escribimos igual, significan cosas muy distintas y, tienen, digamos, distintos antepasados: el verbo procede del verbo latino venire y el sustantivo, de vinum.
Las voces homófonas son aquellas en las que la grafía y el origen es distinto, pero coincide la pronunciación. Estamos, pues, ante el caso de las famosas vacas/bacas. Dos palabras que, teniendo una escritura, un significado y un origen diferente (vaca procede del latín vacca y baca del francés bâche), llegan, sin embargo, a pronunciarse igual.
La homonimia es un fenómeno lingüístico, como la polisemia o la sinonimia, pero no es un problema para las lenguas. El contexto y el conocimiento de las reglas de ortografía hacen que, en cualquier entorno comunicativo normal, sepamos a qué nos estamos refiriendo. Chistes creados ex profeso, artificialmente, pueden hacerse muchos, tampoco hay problema en eso, porque nos divierten y nos hacen pensar. De hecho, la lista de palabras homófonas con las que puede jugarse es larga, algunas de ellas son:
- a (preposición) y ha (del verbo haber)
- abollar (‘hundir una superficie’) y aboyar (‘poner boyas’)
- agito (de agitar) y ajito (diminutivo de ajo)
- ato (de atar) y hato (‘conjunto de cosas’)
- asta (‘cuerno’) y hasta (preposición)
- arrollo (de arrollar) y arroyo (‘caudal de agua’)
- bello (sinónimo de bonito) y vello (‘pelo corto y suave’)
- botar (‘lanzar una pelota contra una superficie’) y votar (’emitir un voto’)
- acerbo (‘áspero’) y acervo (‘conjunto de bienes culturales’)
- hecho (‘cosa que sucede’) y echo (del verbo echar)
Y por haber casos los hay hasta con tres formas: vaya (interjección), valla (cercado) y baya (fruto carnoso). De hecho, el problema de las vacas/bacas se nos puede complicar aún más. Si yo digo, por ejemplo, que tengo un campo lleno de bayas y le pongo una valla para protegerlas y luego le indico a alguien que mire hacia la dirección en la que están las /ballas/, ¿cómo escribo esta última palabra? ¿con uve? ¿con be? ¿con ll? ¿con y? Vaya, para rompernos la cabeza nos da un rato, pero, en realidad, en la comunicación normal bastaría con pedirle que mirara hacia el cercado, si nos queremos referir a la valla, o hacia los arbustos, si preferimos aludir a las bayas. Igual que bastaría con decir «se han caído la vaca y la baca» o que «se han caído ambas».
No te pierdas este vídeo en el que lo explica Gonzalo García Trigo, alumno en prácticas en la Fundéu.