El pasado lunes 2 de julio, en el marco de los cursos de verano de El Escorial, tuve la oportunidad de participar en la decimotercera edición de las jornadas sobre medicina en español, patrocinada por la Fundación Lilly.
Durante la cena de bienvenida la noche previa, se notaba la ilusión por parte de los moderadores y las expectativas de los inscritos, cuyo número superó con creces el de ediciones anteriores.
A las diez de la mañana, con puntualidad inusual en esta clase de eventos, Xurxo Mariño nos habló sobre la edad en que el cerebro asimila la gramática de la lengua en que está inmerso, sobre cómo este fue creciendo conforme aumentó el tamaño de los grupos sociales y sobre la tendencia a generar reglas sintácticas comunes entre hablantes de distintos idiomas cuando el grupo es suficientemente numeroso.
Después de una pausa para desayunar, hacernos la foto de grupo e ir saludando a quienes se habían incorporado a la jornada ese mismo día, Marcos Pérez, Marián García y Fernando Navarro se cedieron la palabra en una mesa redonda en torno a la pseudociencia.
En sus intervenciones, se señaló la estrategia de presentar cualquier alimento con latinismos y tecnicismos a menudo faltos de rigor (yogures con Lactobacillus casei… ¿imunitass?); se apuntó hacia las palabras que se ponen de moda, como macrobiota, y las que se omiten por temor a espantar a los consumidores, como toxicidad; finalmente, se debatió sobre la importancia del humor como modo de combatir a quienes propagan bulos científicos por las redes sociales.
Si menciono que a continuación llegó la hora de la comida y que nos agrupamos en amplias mesas redondas no es porque esté obsesionado con la alimentación, sino porque estas jornadas, además de un acto cultural, son también un espacio para el reencuentro, para disfrutar de una organización y un entorno acogedores.
No hubo lugar para modorras de sobremesa, en cualquier caso. A las tres menos cuarto, Gema Revuelta, Elsa González y Ángeles Bernardo conversaron sobre género e información sobre salud: ¿somos conscientes de que potencia sexual se emplea para referirse casi en exclusiva a los hombres?, ¿por qué la información sobre métodos anticonceptivos suele ir dirigida a las mujeres?, ¿cómo es que en las imágenes que acompañan los artículos siempre hay hombres si se habla de infartos y en las noticias sobre embarazos solo aparecen vientres de madres sin rostro, de este modo decapitadas y cosificadas?
En el coloquio posterior, las ponentes incidieron en el escaso número de mujeres en puestos de dirección, en la necesidad de aplicar la discriminación positiva para que el número de científicas publicadas o citadas en las bibliografías aumente, en el riesgo de seguir perpetuando los sesgos y estereotipos de género vigentes.
A continuación, me encantó acompañar a Pampa García y Xosé Castro en la mesa que cerraba la jornada. En concreto, nos centramos en la importancia de expresarse con precisión para comunicar con eficacia y mantener la credibilidad. Con frecuencia, se dijo, seleccionar lo que se cuenta es preferible a ser exhaustivos y apabullar al lector con un aluvión de datos. Menos es más. Y, dado que al leer en pantallas escaneamos los textos trazando una especie de efe con la vista, conviene aprender a colocar las palabras que queremos destacar en las zonas de esta efe imaginaria, así como a manejar las negritas para que resalten aún más.
A juzgar por las caras de satisfacción y los comentarios cazados al vuelo antes de despedirnos, las jornadas respondieron a las expectativas. A la puerta, esperándonos, dos autocares nos llevaban de regreso a Moncloa o Puerta de Atocha. Un placer.