En cambio, descubrir, gracias al diccionario, que una armonía suena igual de bien con hache que sin ella te ayudó a perderle, ligeramente, el miedo a la «falta de ortografía», a pesar de que no todas las palabras mantienen su significado al alterar alguna de sus letras.

A continuación, te presento unos pares que te harán detenerte a pensar cada vez que el corrector automático, odiado y alabado a partes iguales, te subraye en rojo una de tus pequeñas creaciones lingüísticas.

Por ejemplo, cada vez que te dispongas a redactar un texto sobre tu hombría, si es que alguna vez alguien se ha propuesto dicha hazaña, ten cuidado de no introducir ombrías, pues, aunque en la ‘parte sombría de un terreno’ se está muy bien en verano, puede quedar desvirtuado el énfasis que querías dar a tu ‘cualidad de hombre’.

Te ofrecemos unos pares de palabras que te harán detenerte a pensar cada vez que el corrector automático te subraye en rojo una de tus pequeñas “creaciones lingüísticas”

 

Por el contrario, permítete continuar con la cabeza bien alta si en algún momento tus dedos, esos traidores, deciden que a la baronesa le queda mejor la uve, ya que el femenino de varón, varonesa, si bien está en desuso, se puede aplicar perfectamente a cualquier dama que se precie.

De todas formas, no te rías de tu amigo, ese que confunde siempre las eles con las erres, si te cuenta que va a celebrar una cerebración privada, pues cualquier ser humano se merece tener momentos para llevar a cabo, en soledad, sus ‘procesos mentales producto de la actividad del cerebro’.

Además, ten en cuenta que fue este mismo amigo el que, tras asistir a la conferencia del experto en ciencias ocultas, no fue capaz de decidir si el conferenciante era más vidente o bidente, tras ver la pobreza dental del mellado tarotista.

En definitiva, no te preocupes: saber buscar en el diccionario los usos de las palabras (para conocer los husos horarios tendrás que buscar otra obra de referencia) te ayudará a fingir que no te equivocaste cuando en el correo pedías a tu jefe que revisara el orario, ya que, obviamente, querías que diera su visto bueno al ‘pañuelo utilizado para secarse el sudor en el Imperio romano’ y no que te dejara librar ese viernes tan jugoso anterior al puente de mayo.

Y recuerda: si alguna vez tu compañero cubano te dice sorprendido que ha visto muchas sebiyas en Sevilla, ¡no te asustes!, la ciudad no se ha convertido en una muñeca rusa, simplemente es posible que un grupo de esas aves zancudas esté sobrevolando la Torre del Oro.

Así que mientras estos animales se dedican a proyectar su sombra, al igual que la ortografía, sobre viandantes inocentes que no distinguen los valones de Bélgica de los balones de playa, te animo a que escribas, a que te equivoques y a que busques esos errores fatales, encomendándote al háber judío por haber vuelto a dudar de si (h)armonía se escribe con hache o sin ella.