Al igual que los partidos políticos forman coaliciones, se escinden o sufren de transfuguismo, así las palabras forjan alianzas, pierden acepciones y mudan de significado a lo largo de su historia. En concreto, ¿conocemos la familia actual y el largo linaje del sustantivo «ayuntamiento»?
Para empezar, este nombre no solo alude a la ‘corporación compuesta por el alcalde y varios concejales para la administración de los intereses de un municipio’, sino también, aunque este sentido resulte hoy desusado, a la ‘cópula sexual’. Tanto en la corporación como en la cópula hay, pues, unión. Y es que ayuntamiento deriva de ayuntar, y ayuntar de adiunctus, esto es, junto.
Sucede entonces que dos partidos pueden fusionarse y concurrir juntos a las elecciones, mientras que los líderes de otros se tienen tirria y aseguran que permanecerán separados porque no se ajuntan. ¿Y qué ocurre si dos líderes o más forman un bloque y muestran planteamientos entre obstinados y borricos (según el grado en que se desee vituperar)? Pues que podrá decirse de ellos que parecen unidos por una yunta, como mulas que embisten contra los defensores de otras ideas.
Roto el bipartidismo, algunos líderes tienen que posicionarse: ¿a quién apoyarán? Se encuentran en la disyuntiva de tender la mano a la izquierda o a la derecha. En otros casos, la convivencia parece garantizada y, aunque no se formalice boda, quizá hablen el mismo idioma en la intimidad y sean en la práctica cónyuges.
Si tomamos la voz coyuntura como ‘combinación de factores y circunstancias que se presentan en un momento determinado’, no cabe duda de que estamos ante un horizonte novedoso; pero, si nos quedamos con el sentido de ‘articulación o trabazón movible de un hueso con otro’, nada nuevo hay bajo el sol: mientras dure la campaña, unos y otros se asestarán mamporros, intercambiarán ataques a la yugular si se enfrentan en un debate, se agarrarán por el cuello con un yugo para reconducir el discurso hacia donde les convenga e intentarán descoyuntar al adversario o al menos sus argumentos, esto es, aunque sea figuradamente, tratarán de ‘desencajar sus huesos’, la columna vertebral de los demás programas políticos.
Bueno será no perder los nervios, tomar conciencia de que el enemigo de hoy quizá sea tránsfuga y amigo mañana. A tal fin, para serenar los pensamientos y desarrollar una mayor conciencia, es posible practicar la meditación y el yoga, que alude a la unión de la mente y el cuerpo.
Si Brañosera es el tatarabuelo de los ayuntamientos, el antepasado lejano de todas estas palabras resaltadas en este artículo es la raíz indoeuropea yeug–. Así se aprecia en las obras de Joan Corominas, Fernando Navarro y Edward Roberts y Bárbara Pastor. Tanto la democracia actual como las lenguas que se hablan en España tienen, pues, esto en común: son un legado que debemos proteger, creado entre todos en general y por nadie en particular, enriquecido justamente mediante el diálogo entre los ciudadanos que dentro de unos días elegirán sus representantes tanto en Europa como en sus comunidades autónomas y ayuntamientos.