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| Ana Mendoza (Agencia Efe)

García de la Concha: «La política panhispánica no tiene vuelta atrás»

Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española entre 1998 y 2010, cree que el trabajo conjunto con las Academias hispanoamericanas de la lengua, que se potenció durante su mandato, «no tiene vuelta atrás» pero hay que emprender «nuevos proyectos, nuevas acciones».

Víctor García de la Concha, en la biblioteca de la Real Academia Española. Foto: ©EFE/Paco Campos

«La política panhispánica no tiene vuelta atrás, si se la cultiva. O crece o muere. Y la responsabilidad de hacerla crecer recae en la Academia española», asegura García de la Concha en la entrevista que concede a Efe con motivo de la Historia de la RAE que ha escrito y que se presentó hoy en la sede de esta institución.

En este libro, que Espasa publicará en Latinoamérica en los próximos meses, el autor estudia a fondo los tres siglos de vida de la Academia y analiza su evolución en tiempos de paz y de guerras.

Han sido trescientos años en los que reyes y gobernantes han tratado a veces de controlar a la Academia y han puesto en serio peligro su continuidad, frente a largos períodos en los que el poder ha respetado la labor de esta institución.

«El Estado no debe intervenir en la Academia porque eso iría contra la propia naturaleza de lo que es esta institución», señala García de la Concha, que en la parte final del libro escribe «una crónica» de su mandato en la que abunda «el plural» porque lo que se hizo en esos doce años «fue una labor de todas las Academias, en pie de igualdad». El objetivo era, y es, «asentar la unidad del idioma».

Esa forma de trabajar permitió sacar adelante obras esenciales para los hispanohablantes como el Diccionario panhispánico de dudas, la nueva Gramática y la nueva Ortografía. La XXII edición del Diccionario, que se publicará en octubre de este año, también es fruto del consenso.

Para escribir La Real Academia Española. Vida e Historia, el autor, actual director del Instituto Cervantes, ha manejado las actas que conserva la RAE desde que fue fundada en 1713, junto a otros documentos.

La Academia contaba ya con la Historia de Alonso Zamora Vicente, centrada en las biografías de los ocupantes de los 46 sillones. Faltaba «un relato secuencial» que mostrara qué ha hecho esta institución en cada etapa, «en estrecha relación con el acontecer político, social y cultural».

La RAE fue creada por Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, y por un grupo de personas que decidieron reivindicar la cultura española «en un momento en el que España era despreciada en Europa», comenta García de la Concha.

Y el primer objetivo fue hacer un diccionario a la altura de los que ya tenían otros países europeos. En 1726 apareció el primer tomo del Diccionario de Autoridades y, trece años más tarde, el sexto. «Fue una verdadera gesta», asegura García de la Concha.

La historia de la Academia es fiel reflejo de la historia de España, y, lógicamente, a la RAE le han afectado las guerras, revoluciones y dictaduras.

Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), los académicos siguieron reuniéndose. Dieron «continuidad a la Academia». La actuación del Rey Fernando VII fue «muy negativa». En 1814, destituyó al director de la Academia, Ramón Cabrera, y eliminó de la nómina académica a cinco miembros «por afrancesados».

Otro «momento de peligro» se vivió durante las Cortes de Cádiz (1810-14), porque «a los radicales liberales no les gustaba que la Academia estableciera normas. Le quitaron las subvenciones económicas».

Si en el XVIII abundaban en la RAE los aristócratas y clérigos, en el XIX entraron políticos, escritores, periodistas y militares de alto rango. En la etapa del director Juan de la Pezuela, conde de Cheste (1875-1906), había tantos políticos destacados en la Academia que, cuando terminaban los plenos, decían: «se levanta la sesión; comienza el Consejo de Ministros».

En el siglo XX cambiarían las cosas y, bajo la dirección de Menéndez Pidal, la Academia «da el giro hacia la Filología».
Durante la Guerra Civil (1936-39) la RAE quedó cerrada «con un piquete de milicianos en la puerta», mientras que Franco creaba en Salamanca el Instituto de España, donde agrupó a todas las academias de la zona nacional.

En 1941, fueron dados de baja por decreto seis académicos que estaban en el exilio. La Academia «dio la callada por respuesta» y nunca convocó aquellas plazas. La orden de destitución «se perdió misteriosamente».
En 1976, volvió a España Salvador de Madariaga y tomó posesión de su plaza. Los demás murieron en el exilio.

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