Continuamos con este artículo la serie en la que nos estamos ocupando de las distintas características del lenguaje usado en los chats, los SMS y los diversos sistemas de mensajería instantánea. Hoy hablamos de la extensión y el tiempo de lectura.
1. Extensión y tiempo de lectura
Como decíamos en artículos anteriores, el costo, la premura y la dificultad para escribir determina en gran medida la concreción del mensaje y la manera de escribirlo.
El chat y la mensajería instantánea son métodos de comunicación que están a caballo entre la conversación y la epístola, o el mensaje electrónico, si se prefiere, de ahí que el lenguaje suela ser informal y coloquial. En ocasiones, es una transcripción de un lenguaje con registro oral y modismos propios de la lengua hablada.
Los SMS tienen un límite de caracteres (generalmente, unos 160) y, si se sobrepasa, la compañía telefónica suele cobrar un segundo mensaje al remitente. En el caso de la mensajería instantánea —a diferencia del correo electrónico— escribimos con premura, porque es un medio de comunicación instantáneo, en el que se da por hecho que la persona responderá casi de inmediato. Por otro lado, los teléfonos incorporan un teclado en el que no suele ser cómodo escribir. Así, ciertos signos de puntuación habituales (coma, punto y coma…) no están directamente accesibles, igual que los signos de admiración e interrogación de apertura, que suelen obtenerse mediante la combinación de dos teclas o más. De esta dificultad añadida, surge la costumbre de prescindir de ciertos signos de puntuación, así como de los signos de apertura en exclamaciones y preguntas.
En el caso de los ordenadores, hay usuarios que no saben mecanografiar con rapidez y les resulta muy laborioso mantener un ritmo de conversación fluido, por lo que suelen prescindir de muchos signos de puntuación. Por eso, cuanto mayores son los conocimientos de mecanografía del usuario, mejor suelen puntuarse los textos.
Además, cualquiera que sea la plataforma de comunicación, una característica común de los textos escritos con un ordenador o un teléfono es que disponemos de la opción de borrarlo o corregirlo, y el mero hecho de tener esta opción provoca que muchos usuarios relajen su redacción y escriban al mismo tiempo que piensan, en lugar de meditar brevemente la frase antes de teclearla, como ocurre cuando se escribe con un bolígrafo, un lápiz o una máquina de escribir tradicional, en donde, o bien no se puede borrar o bien no resulta fácil hacerlo.
Por tanto, el sano ejercicio de revisión del texto redactado —frecuente y necesario en contextos más formales— pasa a ser un ejercicio optativo y secundario en el chat y la mensajería instantánea, en donde prima el contenido sobre el continente. A esto hay que añadir que algunos teléfonos tienen un sistema de corrección automática que aparte de detectar errores ortográficos, enmienda los errores provocados por la presión de teclas equivocadas, de manera que el usuario delega en el teléfono cierta labor de corrección para centrarse en la escritura del mensaje.
En ocasiones, el sistema de corrección automática corrige errores inexistentes, porque la palabra escrita no consta en el vocabulario que lleva incorporado el teléfono, así que, paradójicamente, puede aconsejar alternativas erróneas.
Dos ejemplos de cómo el sistema de corrección automática de un iPhone detecta la pulsación errónea de teclas (generalmente, las adyacentes a las correctas) y sugiere una palabra del vocabulario almacenado.
El sistema de corrección automática no reconoce una palabra (en este caso, un diminutivo) y sugiere otra, inapropiada.