La exigente Liga BBVA  (CRÓNICA)

Foto:©Archivo Efe/Juan Carlos Cárdenas

Melchor, Gaspar y Baltasar han dejado a los seguidores de la Liga BBVA un regalo que podrán disfrutar el próximo fin de semana: lo que promete ser un magnífico partido entre el Atlético de Madrid y el Barcelona. Cualquier buen aficionado al fútbol pediría en su carta a los Reyes una entrada para presenciar este enfrentamiento.

Lo que difícilmente haría nadie es exigir dicha entrada, y eso por más que enviase la carta certificada o hasta por burofax, pues los regalos, como la espontaneidad, la fe, el sueño o el amor, no admiten someterse a reclamos imperiosos.

De acuerdo con el amenísimo libro Lo que Sócrates diría a Woody Allen, de Juan Antonio Rivera, se trata de objetos o metas que cuanto más se persiguen más nos rehúyen.

No todo puede exigirse y, sin embargo, en las noticias deportivas cunde un uso novedoso —⁠no censurable, pero que merece reseñarse⁠— del verbo exigir: «Guaita sacó una mano prodigiosa a disparo de Pedro León, pero apenas se vio exigido por algunos balones aéreos» o «El Barcelona juega frente a un Betis muy exigido».

Conforme a estos ejemplos, tanto Guaita como el Betis estaban exigidos, estructura extraña de primeras, pues lo habitual es exigir algo a alguien, con aquello que se exige como complemento directo explícito y la persona a la que se exige ese algo como indirecto. Es decir, lo ortodoxo sería afirmar que algunos balones aéreos exigieron intervenir a Guaita y que la mala clasificación del Betis le exigía puntuar, donde intervenir y puntuar funcionan como complementos directos y a Guaita y le (en alusión al Betis) como indirectos.

Pero ¿estar o verse alguien exigido, así sin más, sin especificar qué se le está pidiendo imperiosamente a uno?, ¿convertir a la persona misma en exigida? Así puede oírse en las ondas y leerse en los periódicos. Y con tanta frecuencia que el Diccionario de americanismos, de la Asociación de Academias de la Lengua Española, recoge exigido como adjetivo con el significado de ‘referido a persona, a un animal o a una máquina, sometido a un gran esfuerzo o rendimiento’.

Puede interpretarse, pues, que Guaita se vio sometido a un gran esfuerzo para despejar o placar esos balones aéreos y que el Betis iba a necesitar rendir a gran altura para puntuar contra el Barcelona.

Según la Academia, en definitiva, es aceptable estar exigido.

Por supuesto, también podría haberse escrito que Guaita apenas tuvo que emplearse a fondo en un par de balones aéreos o que tan solo un par de balones aéreos pusieron a prueba a Guaita; en cuanto al Betis, podría haberse dicho que estaba muy presionado, apremiado u obligado a puntuar, o necesitado de puntos, siempre hay alternativas estilísticas y este espacio invita a considerarlas.

En este sentido, para ir terminando, dice Rafael Alvira que «el que invita necesariamente tiene algo para dar, para entregar, por eso invita. Pero, al mismo tiempo, desea y espera la respuesta, la aceptación. La invitación no se impone. De ese modo, el que tiene ruega, el rico se hace pobre, no se limita a dar, espera, atiende la respuesta. […] Lo que pretende, sin duda, toda invitación no es simplemente dar o recibir, sino suscitar un diálogo».

Para eso estamos: primero hablan los jugadores con el balón en los pies, después toman la palabra los locutores y redactores, a continuación llegan estas crónicas con invitaciones lingüísticas —que no exigencias— y de nuevo la pelota echa a rodar sobre el césped de la Liga BBVA. En esta jornada —y esto sí será cita forzosa—, el diálogo partirá del Vicente Calderón.

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