¿De quién es el balón?  (CRÓNICA)

Foto: ©Archivo Efe/Juan Carlos Hildalgo

El resultado del clásico aprieta la lucha por el título. El encuentro, marcado por la expulsión de Ramos tras el segundo de los tres penaltis, deja al Atlético de Madrid como líder del campeonato y devuelve al Barcelona a la pelea por el liderato.

Los aficionados del Real Madrid, sabedores de lo que estaba en juego, lamentan la oportunidad perdida:

—Tengo la posesión de una mala leche que no me aguanto.

—Venga, hombre, ¿tienes posesión de sed?

—Pero es que no se pueden encajar cuatro goles teniendo la posesión de los defensas que tenemos y un técnico italiano.

—Por cierto.

—¿Sí?

—¿Por qué hablamos tan raro?

—¿Raro cómo?

—Repitiendo posesión como si estuviésemos en El exorcista.

Si el lector piensa que nadie se expresa así (¿quién dice tener posesión de sed en vez de tener sed sin más?), valga recordar el latiguillo asentado de tener la posesión del balón: «En el partido contra el Real Madrid hay que evitar el juego a la contra de los merengues, es fundamental que tengamos la posesión del balón» o «Lo ideal cuando se juega así es realizar el menor gasto energético y para que ello suceda lo mejor es tener la posesión del balón el mayor tiempo posible».

De primeras, suena innecesario.

No obstante, es probable que haya quien establezca la siguiente diferencia: el equipo que domina el partido tiene la posesión del balón, donde posesión apunta a una estadística sobre el control de la pelota; mientra tanto, el otro equipo, sin llegar a tener la posesión, también tiene el balón en alguna que otra jugada, no es que no lo haya olido en los noventa minutos.

He ahí la posible justificación…, aunque bastante pillada por los pelos, la verdad. Si lo que se pretende indicar es quién tiene más el balón, ¿no bastaría con expresar el porcentaje de posesión de cada equipo o afirmar que uno de ellos lleva las riendas del partido? Cualquiera de estas alternativas sería más elegante que tener la posesión.

Por otra parte, habrá incluso quien afirme que tener la posesión del balón es en realidad lo más preciso. Así como es posible tener el usufructo de una casa, pero no su propiedad, del mismo modo un equipo puede tener la posesión del balón durante el partido, usarlo y disfrutar de él, pero no por ello le pertenece el esférico. No en vano, al terminar el encuentro se lo devuelve al árbitro, que es quien lo había sacado.

Solo el futbolista que marca tres goles (el mismo Messi anoche contra el Real Madrid) suele cumplir la tradición de pedirle al colegiado que se lo entregue, y entonces el atacante pasa de tener la simple posesión del esférico a tenerlo en propiedad.

Este matiz se aprecia claramente con los trofeos de los campeonatos: el ganador de la Liga BBVA, por ejemplo, tiene la posesión de la copa hasta que al año siguiente se proclama un nuevo campeón, esto es, la conserva durante esa temporada, pero solo a modo de cesión; únicamente cuando acumula cinco títulos la adquiere en propiedad para que luzca y reluzca en sus vitrinas.

Si tal fuese la precisión que se deseara realizar cuando se dice lo de tener la posesión, el circunloquio podría comprenderse. Pero entonces, por coherencia, también habría que matizar que los jugadores tienen la posesión de un dorsal, pues ningún futbolista tiene el suyo en ese sentido estricto de tenerlo en propiedad: el 7 de Ronaldo perteneció antes a una ilustre nómina de madridistas, entre los que cabe mencionar a Raúl, Butragueño o Juanito, por nombrar tan solo a los tres últimos.

Sea como sea, y teniendo en cuenta que esta semana se celebra la Hora del Planeta, lo más lógico sería ahorrar energías y admitir lo que el instinto sugiere desde el primer momento: que, en fútbol, eso de tener la posesión es redundante.

Por tanto, en los ejemplos previos habría sido preferible escribir «… es fundamental que tengamos el balón» y «… lo mejor es tener el balón». Se liman un par de palabras por oración, pero esos pequeños gestos, como apagar la luz cuando no se está en una habitación, terminan por marcar la diferencia entre un estilo recargado y otro más sencillo.

Foto: FundéuBBVA

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