Apodos en la Liga BBVA  (CRÓNICA)

Foto: ©Agencia Efe/Juan Carlos Cárdenas

En el bar donde televisan los partidos del domingo, el aficionado madridista abandona su grupo de amigos y, tras avanzar los seis pasos que lo separan de la barra, se aproxima a una mujer que, sentada sobre un taburete, exhibe cara de preocupación y bufanda rojiblanca tras la derrota de su equipo ante el Levante:

—¡Menuda faena, Lorena! La verdad es que me va a dar lástima que os acabemos birlando el título en la última jornada.

—Creo que te confundes. —La chica retira la mirada de la pantalla, donde un periodista pregunta a Simeone en la rueda de prensa si se ve campeón de la Liga BBVA—. No soy Lorena.

—Pues tienes cara de llamarte Lorena. Y en Lisboa también os vamos a zumbar.

—Sara, soy Sara. Y os vamos a dar un repaso en la final que no os vais a levantar en otros doce años.

—Repasos los que tú quieras, Lorena. ¿Te importa si te llamo así? Es que ya que te he conocido con ese nombre…

—¿Te importa si te llamo Brasas y me dejas de dar la tabarra? —En la pantalla, un periodista pregunta al Cholo si celebrarán el título en el Calderón tras la visita del Málaga—.  Estaba oyendo la rueda de prensa.

—¡Qué borde! ¿Ves como tienes que llamarte Lorena? Nunca he conocido una sola Sara que sea así de borde…

Lo llamativo de este diálogo no es que el aficionado madridista no tarde ni dos minutos en regresar junto a su grupo de amigos, que lo recibirán entre chanzas y elogios por desplegar tamaño derroche de ingenio seductor. Y tampoco extrañará que Sara se refiera a su torpe pretendiente como el Brasas por su modo molesto de abordarla.

Lo reseñable, más bien, es la capacidad de identificarse las personas con su nombre («Soy Sara, tal es mi auténtica identidad») cuando el apodo suele describir con mayor fidelidad algún rasgo de su portador («Ya está el Brasas arrimándose a otra chica»).

Si se escribiera un libro con los apodos que han desfilado por la Liga BBVA, la novela incluiría al Bello (Cannavaro) y la Bestia (Baptista), a Tarzán (Migueli) y al Mono (Burgos), al Pirata (Granero) y al Tiburón (Puyol), al Payaso (Aimar) y la Pulga (Messi), al Tigre (Falcao) y al Conejo (Saviola), al Gato de Sonseca (Morientes) y al también Gato (Ablanedo); a Tintín (Koeman), al Buitre (Butragueño), a la Saeta Rubia (Di Stéfano), al Flaco (Cruyff), al Pelusa (Maradona), al Guaje (Villa), al Santo (Iker)…

Cuesta imaginar lo que podría concebirse con semejante mezcla de personajes. Más sencillo resulta, sin lugar a dudas, escribir estos motes conforme a las normas de la Ortografía de la lengua española, según las cuales esta clase de apelativos «no necesita recibir ninguna marca tipográfica especial, salvo cuando los apodos y alias aparecen entre el nombre de pila y el apellido, caso en que se escriben en cursiva (o, también, entre comillas)».

Respecto al uso de mayúsculas o minúsculas, la Academia señala que «se escriben siempre con mayúscula inicial y habitualmente precedidos de artículo […], con minúscula por no formar parte de la denominación». Este artículo, por esta misma razón de no pertenecer al nombre, forma las contracciones al del si va pospuesto a tales preposiciones.

En los medios de comunicación, sin embargo, se observa vacilación a este respecto: «No sería la primera gesta europea del equipo de ‘El Cholo’», «No se descarta que el argentino intente sorprender con la entrada del “guaje” Villa en lugar de Raúl García» o «El ‘Expreso de Gales’, como se conoce a Bale, no ha dejado de ser reconocido por esa espectacular carrera para superar a Marc Bartra y darle el triunfo a su equipo en Mestalla».

Lo recomendable, de acuerdo con la Academia, habría sido escribir «del equipo del Cholo», «del Guaje Villa» y «el Expreso de Gales». Únicamente aparecerán las comillas o la cursiva en frases como «Elogios mundiales para Diego “Cholo” Simeone por el triunfo del Atlético de Madrid», donde el apodo se encuentra entre el nombre de pila y el apellido.

El Brasas, en cualquier caso, hará bien en aprender las pautas ortográficas y cambiar de estrategia si quiere tener una segunda oportunidad con Sara. ¿Quién sabe? Quizá su obsesión por cambiarles el nombre a las mujeres obedezca a que haya oído campanas y le suene que las comillas se usan para las citas.

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