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| Eduardo Berti
Crítica Digital, Argentina
Martes, 6 de mayo del 2008

WILLIAM A. SPOONER, AUTOR DE LAPSUS

Las erratas de escritura (lapsus calami) suelen ser menos espectaculares que los llamados lapsus linguae, errores en el discurso oral. Las causas de estos lapsus orales son múltiples: desde una simple traición del inconsciente hasta ciertas clases de afasia que llevan a pronunciar una palabra en vez de otra.


El reverendo inglés William Archibald Spooner (1844-1930) cometía errores tan flagrantes y graciosos –al menos para los demás–, sobre todo en la transposición de las primeras sílabas o consonantes de las palabras, que esos lapsus en particular aún se denominan en Gran Bretaña spoonerisms.

El fenómeno no es nuevo y hay casos deliberados y anteriores a Spooner como la frase que Rabelais acuñara en el siglo XVI: Femme folle à la messe / Femme molle à la fesse (Mujer loca en la misa / Mujer de culo blando). Pero Spooner, según crónicas y biografías, era todo un fenómeno lingüístico que alcanzaba cumbres surrealistas, como cuando intentó decir conquering kings (los reyes conquistadores) y soltó kinquering congs.

De la vida de Spooner no hay tanto para contar. Fue ordenado sacerdote en 1875. Trabajó en el colegio de Oxford durante sesenta años. Daba clases de historia antigua, filosofía y ética artistotélica ante alumnos que luego se harían famosos como Julian Huxley o Arnold Toynbee.

«Parecía un conejo», según Toynbee; «un pequeño albino de tez rosada y una cabeza demasiado grande para su cuerpo», llegó a describírselo. A los spoonerismos, en cambio, podría dedicárseles un libro entero. Deseando en cierta ocasión presentar a la reina Victoria como our dear old queen, Spooner terminó diciendo en presencia de su majestad our queer old dean (nuestro exótico y viejo decano).

Es muy probable que el estrés de hablar en público más los nervios de estar ante la mismísima reina tuvieran su cuota de responsabilidad. El detalle es que Spooner, por dos de sus actividades más frecuentes (dar misa y pronunciar discursos ante el alumnado), enfrentaba muy seguido esta situación. Una vez iba a reprender a un alumno con you have missed my history lectures (usted faltó a mis clases de historia), pero sus labios dijeron you have hissed my mistery lectures (usted estuvo murmurando en mis clases de novela policial). La mismísima reina Victoria fue víctima de otro insólito lapsus cuando el reverendo, en un discurso de bienvenida, dio inicio a una frase que debía ser I have in my bosom a half-formed wish (albergo en mi pecho un deseo a medio formular) y terminó siendo a half-warmed fish (un pescado a medio cocinar).

Como es previsible, los alumnos pronto se pusieron a inventar spoonerismos y, parafraseando el chiste de Les Luthiers, a hablar como el reverendo: Go and shake a tower (vaya a sacudir una torre) en vez de go and take a shower (vaya a tomar una ducha). Hacia 1885, el término spoonerism era corriente en Oxford; quince años después se había diseminado por Inglaterra y las revistas de entretenimientos empezaron a incluir un juego llamado spoonegrama.

Quienes se han ocupado de retratar muy bien a Spooner y sus lapsus son el británico Roy Harrod y el escritor catalán Marius Serra en su notable libro Verbalia, juegos de palabras y esfuerzos del ingenio literario (Península, 2000). No sin orgullo nacional, Serra se atreve a proponer un adversario para Spooner: un tal Joan Pich i Pon (1878-1937), comisario y fugaz alcalde de Barcelona a quien se le atribuyen errores verdaderos («radiador romano», en lugar de «gladiador») y otros legendarios como «la batalla de Waterpolo» (Waterloo), todos ellos hoy llamados «piquiponadas».

Sin embargo, a diferencia de Pich i Pon, Spooner era un hombre de vastísima cultura y en sus últimos años sufrió mucho por los falsos spoonerismos que corrían por los pasillos de Oxford. Se cuenta, incluso, que llegó a sospechar que la creciente muchedumbre en sus actos públicos se componía de cazadores de lapsus; a tal punto que, cerca ya de su muerte, interrumpió un servicio religioso y soltó: «Ustedes no vinieron aquí por mi sermón. Ustedes solamente quieren oír un… un… En fin, una de esas cosas».

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