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| Agencia Efe

Lingüista diserta en Cervantes sobre palabras prestadas del español al árabe

El lingüista español Alberto Gómez Font disertó en Rabat sobre los préstamos de palabras del árabe al español, pero especialmente los llegados del español al árabe dialectal de Marruecos, extremo este menos conocido y que sorprendió al público del Instituto Cervantes.

Gómez Font, que residió en Rabat durante los dos años (2012-14) en que fue director del Cervantes, sacó a relucir primero las palabras ya caídas en desuso en España para designar antiguamente las «comidas o afeites de moros» como el alcuzcuz, hoy más conocido como cuscús, o la alheña, que todo el mundo llama henna.

Sacó a colación el kohl con el que las árabes se maquillan los ojos, que es la misma palabra que alcohol o la alhóndiga (patio de huéspedes con dos pisos), palabra ya olvidada para lo que también se llamó fonda o que los árabes siguen llamando funduk.

Pero lo que sin duda más divirtió a los asistentes a la conferencia, realizada con motivo de las Semanas de amistad hispano-marroquí, fue la cantidad de palabras de uso corriente en el árabe dialectal prestadas del español, o más bien «robadas —matizó Gómez Font— pues no se devolvieron».

Así los marroquíes calzan sabbat (zapatos), montan en coche o carro que tienen ruedas, y si tienen mala suirti y enferman, se sanan en el sbitar (hospital).

Algunos incluso se enteraron de que cuando comen su sopa llamada bufartuna están comiéndose su buena fortuna y que sus sabrosos pocadeos son una deformación local del castizo bocadillo.

El lingüista demostró lo viajeras que son algunas palabras: la naranja, por ejemplo, fue llamada así en España por un vocablo de origen árabe (laranya), pero luego llegaron desde China variedades más dulces que los españoles llamaron naranjas de la China y aun hoy en Puerto Rico y en el norte de Marruecos se siguen llamando chinas.

En el dialectal marroquí, curiosamente, la palabra más corriente para la naranja es limún, mientras que nuestras mandarinas viajaron por el mundo anglosajón con la denominación de tangerinas, por haberse aclimatado con tanta facilidad al clima de Tánger.

El lingüista prometió a la asistencia un próximo libro sobre lo que llamó el «Rabat canalla», bares y tugurios donde abundan las malas compañías y que piensa describir en una guía sui generis.

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