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| Agencia EFE

Gómez Torrego: «El español de España ya no es la referencia normativa»

Con la publicación del Diccionario panhispánico de dudas, la Real Academia Española (RAE) y las academias hispanoamericanas tratan por primera vez de explicar las normas, de indicar por qué algo es correcto o incorrecto, y la referencia normativa ya no es el español de España, afirmó el filólogo Leonardo Gómez Torrego, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en las jornadas sobre diccionarios y libros de estilo de la Universidad San Pablo-CEU, que finalizan hoy en Madrid.

Las jornadas de la Universidad San Pablo-CEU, en cuya organización colabora la Fundación del Español Urgente (Fundéu), comenzaron el 27 de abril con una conferencia en la que el académico José Antonio Pascual insistió en la necesidad de que los diccionarios den una explicación histórica del uso de las palabras.

«Queremos que nuestros alumnos no tengan problemas en el léxico y, sin embargo, los obligamos a estudiar lo que se debe usar de una manera memorística, porque nuestros diccionarios no tienen explicaciones ni son críticos», dijo Pascual.

La intervención del bibliólogo, ortotipógrafo y lexicógrafo José Martínez de Sousa, autor del libro de estilo del grupo Vocento, provocó una apasionada polémica sobre los errores y los aciertos de la RAE.

«La Academia nos lleva adonde quiere y como quiere, pero las flagrantes contradicciones en las que incurre no son aceptables. Cuando preguntamos cuál de sus obras recientes tiene la razón, nos dicen que la última. ¡La última obra está por salir!», afirmó Martínez de Sousa.

Aceptó que la normativa válida es la que sale de la Academia, «y es así nos guste o no nos guste, pero que no nos metan más de 250 palabras inglesas crudas, sin cocinar, como en el diccionario del 2001», protestó Martínez de Sousa.

Le respondió Gómez Torrego, quien señaló que el nuevo diccionario de la RAE, «que tiene muchas virtudes y algún defecto», es la primera obra «realmente panhispánica y en ella la prensa escrita se convierte en uno de los principales puntos de referencia».

Gómez Torrego destacó también la importancia de otras fuentes de consulta, como el Manual de Español Urgente de la Fundéu, que a su juicio puede en algunos casos ir por delante, eligiendo la opción que a juicio de sus expertos sea la más adecuada cuando la RAE ofrece varias.

El coordinador del libro de estilo y jefe de la sección de edición de La Vanguardia, Magí Camps, afirmó que «cuando el redactor de un medio tiene una duda, lo que quiere son respuestas claras y rápidas».

Camps apuntó que «los periodistas son como esponjas, acaban absorbiendo el lenguaje de las personas con las que hablan cada día, a las que entrevistan con frecuencia, y la misión de los responsables de la edición y el estilo es hacer de filtros».

El lingüista José Ramón Carriazo, del Instituto Universitario Ortega y Gasset, afirmó que «los diccionarios son un laberinto porque la lengua es un laberinto; por eso dan impresión de caos».

Carriazo señaló sin embargo que ese caos, una libertad normativa que a algunos les parece excesiva, puede contribuir en gran medida a la unidad de las distintas maneras de hablar español.

El abogado y periodista José Luis Martínez Albertos sostuvo que no existe ningún código ético ni moral que obligue a los periodistas a adquirir la responsabilidad de velar por la corrección y la unidad del idioma.

«Son ellos mismos los que en ocasiones adquieren ese compromiso de ser perros guardianes de la corrección idiomática, y asumen ese papel porque la unidad del idioma es un valor sobre el que hay que adoptar un papel beligerante. El periódico es el depósito de la lengua y todos tenemos la obligación de tratar a la lengua con respeto», dijo.

Puso fin a las jornadas la intervención del periodista José María Calleja, quien destaco «la importancia que tienen las palabras como herramienta fundamental de los periodistas. Hemos de elegirlas bien para definir la realidad y no dejarnos intoxicar por otros».

Calleja insistió en la importancia que tiene la lectura para los futuros profesionales de la información: «Cuantas más y mejores palabras, mejor. No nos pueden dar lo mismo las palabras que empleemos para contar las cosas. El compromiso de los periodistas es con los lectores, con los ciudadanos, y no con los políticos o con los jueces».

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